Que triste desgracia que aunque no tengamos cables conectados a nuestros cuerpos vivamos tan dependientes de las máquinas...
Y escribo esto porque la continuación de la lluvia cortó la energía, y aunque tenía múltiples planes de trabajo quedé sin el computador (no Word, no Internet...); tampoco podía escuchar musiquita o dejarme enajenar unos minutos por la idiot box; peor aún, no había luz para leer un librillo... Toda acción se desvanecía por el velo omnipresente de la oscuridad y la inanimidad propia de los objetos eléctricos cuando se les quita la energía...
Tampoco tenía ningún tipo de energía alterna a gas o parecido que me permitiera solventar siquiera el problema de la lectura, ya que las viejas seguridades tecnológicas dejan esas opciones relegadas en el cajón...
Pero el punto aquí es que quedamos sin tecnologías y sin electricidad y se nos afecta seriamente la vida; quedamos frenados de una multiplicidad de acciones, hasta el punto de tener que dejar para después variedad de labores...
Pero el problema va mucho más allá de que el panadero detenga su producción y no pueda calentar los pasteles que vende, o más allá de la fallecida impresora que se niega a imprimir cuando de ello depende el semestre...
En realidad el problema es cuando la energía fluye constante por las extensiones subterráneas de cables. Y no porque la energía no tenga sus ventajas, sino porque la producción, la movilidad, e incluso la comida dependen de las máquinas...
En realidad puede ser inquietante transcurrir los días entre celulares, computadores, automóviles, microondas y todo tipo de artefactos que en antaño hubieran sido calificados de diabólicos por la humanidad...
Y no es que sea un problema cuando prestan una mano, sino cuando dependemos de ellas, cuando uno puede llegar a preguntarse cuántas personas saben hacer un café sin una cafetera, cuántos pueden corregir un texto sin un computador, memorizar sin una Palm, o divertirse sin el destello titilante de la pantalla del televisor...
Cientos y cientos de tecnologías diseñadas para hacernos más fácil la vida, para optimizar nuestras capacidades y para solucionar nuestros problemas de tiempo; o bueno, de todo para todos en un mercado que se expande como el infinito universo, presto a vendernos lo que necesitamos y crearnos la necesidad de vendernos lo que no necesitamos...
Pregunto entonces si consumimos la tecnología o la tecnología nos consume a nosotros...
Triste dependencia, la Moira se lamenta...
Y escribo esto porque la continuación de la lluvia cortó la energía, y aunque tenía múltiples planes de trabajo quedé sin el computador (no Word, no Internet...); tampoco podía escuchar musiquita o dejarme enajenar unos minutos por la idiot box; peor aún, no había luz para leer un librillo... Toda acción se desvanecía por el velo omnipresente de la oscuridad y la inanimidad propia de los objetos eléctricos cuando se les quita la energía...
Tampoco tenía ningún tipo de energía alterna a gas o parecido que me permitiera solventar siquiera el problema de la lectura, ya que las viejas seguridades tecnológicas dejan esas opciones relegadas en el cajón...
Pero el punto aquí es que quedamos sin tecnologías y sin electricidad y se nos afecta seriamente la vida; quedamos frenados de una multiplicidad de acciones, hasta el punto de tener que dejar para después variedad de labores...
Pero el problema va mucho más allá de que el panadero detenga su producción y no pueda calentar los pasteles que vende, o más allá de la fallecida impresora que se niega a imprimir cuando de ello depende el semestre...
En realidad el problema es cuando la energía fluye constante por las extensiones subterráneas de cables. Y no porque la energía no tenga sus ventajas, sino porque la producción, la movilidad, e incluso la comida dependen de las máquinas...
En realidad puede ser inquietante transcurrir los días entre celulares, computadores, automóviles, microondas y todo tipo de artefactos que en antaño hubieran sido calificados de diabólicos por la humanidad...
Y no es que sea un problema cuando prestan una mano, sino cuando dependemos de ellas, cuando uno puede llegar a preguntarse cuántas personas saben hacer un café sin una cafetera, cuántos pueden corregir un texto sin un computador, memorizar sin una Palm, o divertirse sin el destello titilante de la pantalla del televisor...
Cientos y cientos de tecnologías diseñadas para hacernos más fácil la vida, para optimizar nuestras capacidades y para solucionar nuestros problemas de tiempo; o bueno, de todo para todos en un mercado que se expande como el infinito universo, presto a vendernos lo que necesitamos y crearnos la necesidad de vendernos lo que no necesitamos...
Pregunto entonces si consumimos la tecnología o la tecnología nos consume a nosotros...
Triste dependencia, la Moira se lamenta...
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